
Después de sobrevivir a una experiencia violenta, nuestro
olfato pone una etiqueta olfativa al evento, para estar alertas en el futuro al
instante que se perciban aromas u olores similares.
Los aromas que nos hacen recordar a nuestra familia o
nuestra casa nos tranquilizan y nos hacen ser más receptivos (ej: líquido de
limpieza usado por Mamá). La excepción sería casos de violencia familiar,
obteniendo el efecto opuesto.
Los primeros años de una persona son de aprendizaje y comprensión de su entorno
para sobrevivir en su vida adulta. Por ello, las memorias evocadas por
fragancias o aromas de ese periodo formativo son tan vívidas y determinantes.
El olfato es el único sentido con un canal dedicado hacia
el cerebro, por ello es capaz de disparar memorias con más detalle.
Al formar parte del sistema límbico, los mensajes
olfativos se asocian con la memoria emocional. Sin requerir un razonamiento, un
aroma puede provocar una reacción inmediata, defensiva o de relajación.

La memoria olfativa es de alta resistencia y duradera. En
casos que se intenta reemplazar o actualizar, la primera asociación es la que
permanece firme.
Los aromas más peculiares son los que tienen más
posibilidades de grabar hechos con fidelidad, por no tener asociaciones
previas.
Los desórdenes en la memoria también afectan a nuestro
olfato, al grado de no poder distinguir entre aromas.
Las memorias causadas por aromas son inmunes a la
“interferencia retroactiva”, que son alteraciones por memorias nuevas. El hecho
que el primer registro permanezca inalterado soporta la teoría que ese tipo de
memoria se asocia con nuestra supervivencia.
Fuente: Psychology Today, mirror.co.uk,
psychologicalscience.org, nbcnews.com, nytimes.com, psych2go.net
Conoce más sobre los Aromas aquí
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