sábado, 23 de enero de 2016

¿Por qué hay aromas que nos recuerdan a personas?

En nuestras vidas experimentamos una infinidad de eventos. Nuestro cerebro va archivando lo que decide que es relevante, en especial lo asociado con nuestra supervivencia. Este proceso de memorizar ocurre fuertemente durante nuestra infancia, pues estamos pegados a las faldas de nuestras madres y observando todo lo que los adultos hacen.  





Este proceso de observar a nuestros padres servirá para crear memorias propias de comportamientos y técnicas que serán útiles para cuando llega nuestra propia edad adulta. Esta observación está registrando todo, con todos nuestros sentidos, predominando el olfato. Esto crea una rápida asociación de un aroma con una situación, para que en cuanto percibamos que algo “huela” mal estemos alerta y nos relajemos cuando un aroma dispare recuerdos gratos. Dicha asociación rápida la tenemos gracias al sistema límbico de nuestro cerebro, que tiene una conexión directa con el olfato, por lo que procesa más rápido que los otros sentidos y tiene fuerte arraigo con la memoria.



Después de ese periodo intensivo de aprendizaje cuando niños, el proceso de memorización con etiquetas olfativas se sigue dando el resto de nuestras vidas, pero de forma aislada, actuando principalmente para registrar un aprendizaje cuando algo impactante nos ocurre, para bien o para mal. Por ello, las personas que hayan estado en momentos peculiares nos dejan su firma olfativa; a veces su aroma corporal, otras el aroma que despide algún accesorio o ropa. Incluso algo que estuviese en el ambiente en el momento en que se conocieron puede ser el marcador que nos haga recordar a alguien: una persona que nos agrada es obsesiva con la limpieza, la recordaremos con el aromatizante de su casa o a mamá, con el rico aroma de un pay de manzana recién hecho.


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